viernes, 16 de mayo de 2008

Henry Morgan


Juventud

Hijo del terrateniente Robert Morgan, natural de Glamorgan, Gales, Henry fue raptado de niño y vendido en Barbada. Esta versión es desmentida por algunos historiadores. Tampoco se conoce mucho su paso por Barbada o cómo llegó a la Isla de la Tortuga.

Primeros pasos

A comienzos de la década de 1660 se hallaba en Jamaica, participando en las expediciones de los filibusteros; en 1663, posiblemente, dirigió por primera vez un barco propio, y en 1666 participó en la expedición bajo el mando de Eduard Mansvelt que conquistó la isla Providencia (actualmente Santa Catalina) a los españoles. Mansvelt murió en el curso de la expedición, Morgan es nombrado almirante de la Cofradía de los Hermanos de la Costa, en Port Royal, Jamaica, sustituyendo en el cargo al fallecido Mansvelt. El gobernador de Jamaica, Thomas Modyford, se vio muy complacido y, entre éste y Morgan, existió un fuerte espíritu de colaboración. Estos dos británicos siempre se llevaron muy bien.

La época parecía beneficiosa para el comercio, por lo tanto España e Inglaterra acordaron no estorbarse. La orden de Londres hacia el gobernador de Jamaica era terminar con la acción corsaria contra España. Pero esto no convenía a los intereses de Morgan ni de Modyford, por lo tanto ambos llegaron al siguiente acuerdo: se le permitiría saquear al pirata bajo la pantalla de una patente de corso otorgada "únicamente" contra los holandeses. Esta desobediencia encubierta contra Inglaterra resultó beneficiosa para Morgan y Modyford los primeros cinco años.

La primera acción de Henry Morgan aconteció en 1668. Reunió a los Hermanos de la Costa en Isla de Pinos, Cuba. Se juntaron ahí más de setecientos piratas franceses e ingleses. Se decidió atacar a Camagüey, antes llamada Puerto Príncipe. Se cuenta que la defensa de los soldados españoles fue en verdad heroica, pero al fin los piratas lograron tomar la ciudad, con una gran mortalidad en la población civil y la militar. Encerraron luego a los prisioneros en una iglesia, con el fin de conseguir información sobre la ubicación de las joyas y el dinero de la ciudad. Los hombres de Morgan infligieron terribles torturas a los prisioneros por quince diabólicos días, en los que no se les proveyó de agua ni alimento alguno. La muerte, finalmente acabó con todos ellos. El filibustero, antes de retirarse de Puerto Príncipe, secuestró gran cantidad de reses para alimento de sus hombres.

El botín recaudado, no obstante, era demasiado bajo: sesenta o cincuenta mil escudos que repartidos

"no alcanzaban ni para pagar las deudas"

según el cirujano de a bordo Alexander Olivier Exquemelin. Esta circunstancia enojó por lo demás a la facción francesa de los piratas, que optó por retirarse de la empresa. Morgan entonces, con su contingente inglés decide atacar Portobello, Panamá, una acción que se presenta difícil debido a la gran fortificación con que contaba esa ciudad.

El ataque a Portobello

Hacia allí se dirigieron, con gran expectativa de hallar buena riqueza. Pocas millas antes de arribar, Morgan ordena anclar los barcos para desembarcar al día siguiente. Tres fuertes defendían el puerto de Portobello. Cuando los piratas atacan la ciudad, dos de los fuertes caen rápidamente debido al veloz y eficaz accionar filibustero.

Quedaron solo sesenta soldados españoles vivos que se entregaron al pirata, Morgan no demostró piedad con ellos, ordenó encerrarlos en el polvorín del fuerte. Luego fríamente, hizo estallar la instalación lo que los hizo pedazos.

El tercer fuerte ofreció una feroz resistencia ya que allí se encontraba combatiendo el propio gobernador de Portobello. Para acercarse sin sufrir grandes bajas, Morgan dispuso que todos los monjes y curas del lugar caminasen delante de su escuadra como si fuesen escudos humanos. Los religiosos, horrorizados marchaban y caían como moscas ante las descargas españolas que no dejaban de sucederse. Los piratas se acercaban y disparaban sus armas. En medio de este feroz combate muere el valiente gobernador de Portobello. El fuerte se rinde y los piratas avanzan sobre la ciudad desprotegida, la saquean y torturan salvajemente a sus habitantes. Estas torturas consistían generalmente en el clásico paseo por la tabla con una espada en la espalda, y en la pena del barril. Consistía ésta en atar a la desgraciada víctima en un tablón y colocarle un embudo en la boca, por el cual le incorporaban varios litros de agua. Cada dos litros le preguntaban si quería confesar la ubicación de sus tesoros. Si el sujeto se negaba continuaban con la horrible operación hasta que sobrevenía el colapso corporal. Otro método, utilizado sobre todo por Morgan, era aplicar tenazas al rojo vivo sobre el cuerpo del prisionero o cortarle lentamente las extremidades.

Con estos y otros métodos, los piratas obtuvieron en Portobello un tesoro bastante importante: ascendía a doscientos sesenta mil escudos, más oro, plata y joyas y otras mercancías de valor.

Morgan regresó a Port Royal, donde fue muy bien recibido por Modyford. Sin embargo, éste mandó a Londres un mentiroso mensaje en donde se presentaba indignado ante el accionar del pirara contra los "pobres españoles". La dupla pirata-gobernador realmente daba buenos dividendos.

La toma de Maracaibo

La vida de los filibusteros no era un continuo ataque y saqueo. Había un tiempo considerable en el que se dedicaban únicamente a dilapidar el botín recaudado en juego, mujeres y bebidas. Transcurrido este lapso de disipación, se lanzaban nuevamente a la mar en busca de ricas presas. Así lo hizo Morgan luego de Portobello. A comienzos del año 1669, se convocó a una enorme reunión en la llamada Isla de la Vaca, al sur de Santo Domingo. Morgan concurrió a esta velada en un enorme galeón poderosamente armado, el Oxford. El aspecto del capitán filibustero era el de un nombre rico, pletórico de joyas y rodeado por sirvientes. Pero esta convocatoria terminó en tragedia cuando, por motivos que el propio Exquemelin, presente allí, desconoce, explotó la santabárbara del buque. La tripulación, ubicada en la popa, donde se encontraba la santabárbara en los barcos ingleses, voló por los aires destrozada. La oficialidad, ubicada en la popa, también fue lanzada pero cayó al agua, indemne. Morgan y sus oficiales sobrevivieron. Los filibusteros de los otros barcos se encargaron de los cadáveres. Es decir, los desvalijaron de sus anillos de oro.

Sin embargo Morgan continuó con la idea de asaltar algún valioso asentamiento y convocó a una nueva reunión. En ésta se eligió como objetivo Maracaibo, bajo consejo de Pierre de Picardo quien ya había estado allí con el Olonés. El Picardo, pirata francés, podía oficiar de piloto para así poder atravesar una barra (banco de arena) que impedía el paso hacia la ciudad. El lugar se encuentra ubicado al noroeste de Venezuela; allí se encuentra una enorme entrada desde el mar, en forma de golfo, llamado Golfo de Venezuela. Cuando éste se va estrechando, aparece la ciudad de Maracaibo. Luego de esa estrecha escotadura se abre nuevamente un lago llamado Lago de Maracaibo. Morgan y sus hombres ingresan al golfo y se dirigen directamente a la ciudad. Estaba Maracaibo precedida por un fuerte, como era usual entre los españoles. Por esta circunstancia el pirata prefiere acercarse de noche para no ser advertido. Ya en la oscuridad, se aproxima y comienza a hacer fuego, con lo que se desata un terrible y luminoso intercambio de artillería entre el fuerte y los barcos. De pronto sorpresivamente, los españoles emprenden la retirada. Esto provoca cierta inquietud entre los ladrones embarcados. Suponen entonces que los soldados huyeron con el fin de colocar minas. Hombres de Morgan en expedición, encontraron efectivamente mechas encendidas que conducían directamente al polvorín. Apagaron las mechas y, sin más, se apoderaron de todo el fuerte con sus armas y municiones. Ahora los españoles estaban perdidos, les quedaba la única defensa natural que tenía Maracaibo: la barra, el banco de arena que podría impedir el acceso a la ciudad. Pero Pierre el Picardo era ducho en esos menesteres. De modo que a la madrugada siguiente atravesada la barra, la horda embarcada se dirige a toda vela a la desguarnecida ciudad de Maracaibo. Al arribar no encuentran resistencia alguna. Pero la mayoría de la gente, alertada, ha tenido tiempo de huir llevándose sus pertenencias. Sus naves se internaron en el lago de Maracaibo

Morgan decide recorrer el lago parte por parte. Encontró en esta tarea a muchos españoles prófugos, a los que aprisiona y tortura. Exquemelin relata terribles tormentos. Cierta noche descubrieron a dos negros que procuraban conseguir alimentos para poder seguir escondidos.

Se les torturó para que confesasen en donde se encontraban sus ricos amos. Según Exquemelin cuenta:

"uno de ellos ha sufrido todos los terribles tormentos que le han aplicado los piratas y se ha dejado cortar trozos estando aún vivo, pero ni siquiera así ha querido confesar nada"

Los filibusteros, inconformes con el botín conseguido, salieron de Maracaibo y se dirigieron hacia San Antonio de Gibraltar, en la costa sur del lago de Maracaibo. La población y el propio gobernador de esta ciudad habían desaparecido, alertados también, y se habían internado en la selva. Morgan averiguó dónde se encontraban, pero la jungla era poco menos que impenetrable. Los piratas, igualmente, consiguieron hacerse pagar un tributo de quema por los prisioneros conseguidos. En este lapso los españoles pudieron reforzar sus filas y enviaron tres naves fuertemente armadas para evitar la salida de los piratas por el golfo. Morgan llega a Maracaibo con muchos prisioneros, ahí se entera del bloqueo. Don Alonso del Campo de Espinosa, el contralmirante español, toma control de la barra, y está resuelto a impedir por todos los medios el paso de los piratas. Éstos estaban algo inquietos por los acontecimientos, por lo que deciden pedir un tributo de quema de veinte mil escudos por Maracaibo, bajo la amenaza también de matar a los prisioneros si la suma no es pagada. El contralmirante responde en una carta:

"Si usted se muestra dispuesto a devolver todo el oro, la plata, las joyas, los prisioneros, los esclavos y las mercancías de que se ha apoderado en el cursó de su incursión le dejaré pasar para que regrese a su país. Pero en el caso de que no acepte esta condición, iré en busca de todos ustedes y los haré pasar a espada. Esta es mi última palabra"

Morgan les lee a sus hombres la carta en inglés y en francés. Por unanimidad deciden luchar hasta morir antes que devolver los tesoros robados. Le responde al español una mentirosa carta donde comunica su decisión de abandonar Maracaibo sin dañarla, devolviéndole a todos los prisioneros y a la mitad de los esclavos. Agrega que dejará a los prisioneros libres sin obligarle a pagar rescate por la ciudad. Alonso no acepta ninguna condición, por lo tanto se decide la lucha, aunque la inferioridad de los piratas fuera evidente. Morgan entonces acudió al recurso del burlote. Consiste en una nave cargada con sustancias explosivas o incendiarias, lanzada hacia un barco enemigo. Con este fin, el pirata hizo llenar un barco con hojas bañadas en alquitrán, a la que se habían aplicado en sus laterales troncos de árboles vaciados para simular cañones e instalaron una suerte de espantapájaros vestidos de piratas, para simular una tripulación.

Este burlote avanzó lentamente al barco de Alonso que estaba anclado en el centro del canal. Los españoles, creyendo que Morgan y sus hombres querían abordarlos, no querían disparar hasta que se encontrase bien cerca. Al contrario, Alonso ordenó abordar el barco pirata para derribar mástiles y velas, pero al encontrarse el burlote lleno de españoles desconcertados, Morgan disparo y lo incendió. Entre fuegos y explosiones, estallaron los dos navíos, Don Alonso tuvo que huir en un bote hacia la costa. Otro de los Naos españoles encalló, entre la confusión general, sus propios marineros la hundieron para no legársela a los piratas. La tercera nave fue abandonada y tomada por los hombres de Morgan, que ya era vencedor a pesar de su inferioridad numérica. Luego de esa victoria, los piratas vuelven a Maracaibo, donde vuelven a pedir tributo de quema, que los habitantes horrorizados por la derrota de Alonso pagaron con creses.

Morgan volvió a Jamaica con un cuantioso botín, Modyford seguramente lo recibiría con entusiasmo. Pero esta vez el gobernador inglés se hallaba más bien inquieto, pues ya habían llegado a Londres las noticias del feroz ataque filibustero en Maracaibo. Como las órdenes inglesas eran terminar la acción pirata contra España, Modyford conminó esta vez a Morgan a acatar estas órdenes. Extrañamente, Morgan aceptó las condiciones, seguramente por la amistad que tenía al gobernador. Se retiró de la vida marítima activa y llevó por un tiempo una vida de rico en Jamaica, donde habitaba en una bella mansión y sólo se preocupaba de visitar tabernas y amigos. Los Hermanos de la Costa entraron en este periodo en una especie de vacío, por lo que comenzaron a insistirle a su almirante que volviera a las acciones filibusteras. Una nueva expedición era necesaria para los piratas, ya que el sedentarismo y la inacción eran nocivos para ellos, y los botines rápidamente se les iban de las manos. Poco a poco Morgan fue cediendo a sus reclamos. Su decisión de volver al mar fue tomada con algarabía por la Cofradía, y pronto llegó la noticia de una gigantesca convocatoria a realizarse en la Isla de la Vaca. En octubre de 1670 acuden a la reunión más de 2000 piratas, mayoritariamente ingleses. Se había formado una gran flota de 37 barcos. Morgan se sentía el almirante más poderoso de la época, estaba secundado por una gran cantidad de capitanes, segundos, contramaestres y oficiales. En la reunión se decide asaltar la ciudad de Panamá, que en aquella época era una gran potencia militar y la ciudad con mayor riqueza de América Central, ya que era depositaria de la ruta de la plata peruana.

El asalto a Panamá

En el mes de diciembre parte la flota hacia Panamá. Morgan se proveyó de guías en la isla de Providencia, que pudieran orientarlo desde su desembarco en el norte del istmo hasta la ciudad, que se encontraba al sur. Una fracción de la fuerza desembarca en Chagras (al norte del istmo de Panamá) para conquistar el primer escollo: su fuerte. Esta fracción, al mando del capitán pirata Bradley, era pequeña pero se reservaba el resto a la flota para no despertar sospechas. El fuerte español resistió heroicamente el ataque, pero finalmente fue tomado por los piratas. En esta toma del fuerte se supo que la ciudad de Panamá ya estaba al tanto de la proximidad de los piratas y se había preparado para resistir. En enero de 1671 Henry Morgan avanza con sus hombres por el río Charges hacia el sur y luego se abre paso por tierra en la espesura del istmo de Panamá en busca de oro y gloria. Fueron 1200 hombres que atravesaron selvas inhóspitas y peligrosas, no llevaron víveres, pues la costumbre era asaltar todo pueblo que hallasen a su paso, lo que fue un terrible error. Los pobladores, alterados, destruyeron cosechas y quemaron sus propias chozas. Por esa razón, los nueve días de marcha fueron durísimos y muy penosos Cuando comenzaban a flaquear, luego se subir una gran loma, se manifestó espléndida la gran ciudad de Panamá.

El gobernador de Panamá, Pérez de Guzmán, envió en navíos a las mujeres, niños y las mayores riquezas hacia el Océano Pacífico, lejos de las costas. Los españoles igualaban en número a los hombres de Morgan. La ruta de ataque de los piratas no fue la que creyeron los hombres del gobernador. Eligieron zonas pantanosas y casi inaccesibles, y esto tomó desprevenidos a los españoles. Guzmán envió a la caballería contra los piratas, pero detrás de ésta la seguía una estampida de toros embravecidos para que aplastaran a los piratas. Los hombres de Morgan reaccionaron con alaridos, salvas de fuego y movimientos espásticos. Ésto asustó de tal manera a los toros que terminaron por atropellar a los propios soldados españoles. Luego de ese movimiento los piratas avanzaron por la ruta reabierta a Panamá. La ciudad quedó a su merced aunque hubo resistencia, y un centenar de piratas murieron; las bajas en las filas españolas fueron seis veces mayores. Finalmente, cuando llegó el momento del saqueo, se dieron cuenta que no había nada de valor, ya que el famoso tesoro se encontraba lejos, en alta mar. Morgan entonces recurrió a la antigua táctica: torturas a los pobladores para que confesaran el paradero de sus joyas y dinero, secuestro de personajes notables para pedir rescate e incendio de la ciudad entera como reprimenda. Ese mes fue uno de los peores en la historia de Panamá: saqueos, violaciones, crímenes, muerte salvaje de mujeres y religiosos. La actual ciudad de Panamá debió ser reconstruida en otro sitio, ya que después de aquel ataque dejó de existir. La expedición logró finalmente un enorme botín y gran cantidad de prisioneros, por los cuales se pagó dinero en efectivo.

Una vez diezmada Panamá, los piratas deciden volver por el mismo camino a través del istmo hasta el norte. Al llegar al fuerte de Chagras el grupo decide comenzar a repartir el botín. Los marineros notaron que el reparto era desigual, pero las grandes borracheras desdibujaron las sospechas. Por la mañana los piratas descubren la ausencia de Morgan. Éste se había marchado con algunos hombres de su confianza cargando gran parte del tesoro. Gran traición de Morgan. El testigo Exquemelin habla de ella verdaderamente indignado. El pirata traidor se dirige a Jamaica y Modyford recibe su parte encantado.

Últimos días

El asalto a Panamá descubrió ante ingleses y españoles el pacto que mantenían el Gobernador y el pirata. Londres decide mandar un nuevo Gobernador, Thomas Lynch, y hace regresar a Morgan y Modyford en forma de detenidos. Pero esta “ejemplificadora” acción inglesa no era más que una cortina de humo para disimular ante los españoles la verdadera acción corsaria en América. Así, Morgan volvió a Londres, llevando una vida llena de placeres, reuniéndose con la aristocracia, siendo invitado a fiestas y recibiendo agasajos en calidad de héroe inglés. Su enjuiciamiento fue llevado a cabo pero fue un completo fraude, en donde se le declaró inocente, ante lo cual el rey Carlos II lo nombra Caballero, lo envía nuevamente a Jamaica en 1681 como lugarteniente del Gobernador Thomas Lynch. Modyford es puesto en libertad. Las irónicas órdenes de Morgan fueron: “Combatir a la piratería”, el cinismo no tuvo límites en ese campo. Ya en Port Royal, Morgan tuvo una acción a veces permisiva y a veces represora con sus antiguos compañeros. Algún tiempo fue propietario de enormes plantaciones y prefirió defender sus pertenencias antes que a los filibusteros.

Durante unos meses fue gobernador de Jamaica y en ese lapso persiguió a los filibusteros con verdadera saña. La vida de Morgan parece contradictoria. Como dijeron J. y F. Gall:

"Al traicionar a los filibusteros parecía traicionar también su destino. Cuando paso de la anarquía a la legalidad perdió toda su fuerza (…) falso libertario y gentilhombre a medias, dejó sus hazañas sin terminar por culpa de su gran error"

Sir Henry Morgan falleció en Jamaica el 25 de agosto de 1688, en medio de un ambiente solitario.

Código de conducta

Henry Morgan, al igual que muchos otros piratas, tenía un codigo de conducta que regía el comportamiento de la tripulación que estaba bajo sus órdenes, que son los siguientes puntos:

1- Todos deberán obedecer las órdenes.

2- El botín será repartido de la siguiente manera: una parte y media para el capitán, una parte para los tripulantes, y un cuarto para el maestro artillero, el contramaestre y el maestro carpintero.

3- Quien mantenga en secreto un intento de abandonar el barco, será abandonado en una isla desierta con un frasco de pólvora, una botella de agua y una pistola con una bala.

4- El castigo por golpear a un hombre son cuarenta latigazos en la espalda desnuda.

5- Quien sea holgazán o no limpie sus armas perderá su parte del botín.

6- Todos podrán votar cuando haya que tomar desiciones importantes.

7- Todos podrán tomar una parte de la bebida y la comida fresca capturada.

8- A quien fuere encontrado robándole a otro miembro de la tripulación se le cortará la nariz y las orejas y será abandonado en la costa.

9- Queda prohibido apostar dinero en juegos de cartas.

10- La pena por traer una mujer disfrazada de hombre a bordo es la muerte.

11- Nadie podrá abandonar la tripulación hasta que cada uno haya ganado mil cien libras.

12- El pago por perder una extremidad del cuerpo será de ochocientas piezas de plata.

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